miércoles, 16 de febrero de 2011

El Mar / Marcos Pla


Es la superficie más extensa del Planeta, es un vivero de recursos incontables y de incalculable valor para nuestra especie, además de un espacio privilegiado de esparcimiento y recreo.
(Recomiendo escuchar este fragmento magistral de la no menos magistral Océanos, mientras se lee)

Sin embargo nuestra especie, ha llevado a este ecosistema venerado por muchos de nosotr@s, a este reino donde comenzó muestra historia, a tener un estado de salud lamentable:

Nuestros mares y océanos están en crisis. La sobrepesca, la ocupación del litoral, la contaminación y el cambio climático están llevando al límite a muchas especies y ecosistemas marinos y costeros y poniendo en riesgo el modo de vida de muchas comunidades que dependen de ellos. (Greenpeace)

Hace apenas unos días, estuve con mi hijo pequeño, pasando un rato en la playa de El Saler de Valencia.
Y aunque gracias al esfuerzo de las inversiones europeas se han conseguido recuperar las valiosísimas dunas, el agua sigue quejándose del marrón-verdoso que luce hace décadas, que hace que a uno se le disipe dolorosamente, la romántica estampa del azul intenso marino, invadiendo cada rincón y cada poro de su mente y de su alma.

Al alzar la mirada, uno no se siente allí como Robinson Crusoe, escrutando el horizonte en su isla virginal y prístina del Pacífico, ansiando la llegada de ese barco salvador. En la playa de El Saler, uno golpea su mirada contra esos gigantes de hierro y venas de petróleo, a los que ha de rogarles un hueco en el ajetreado tráfico mercante, para adivinar la línea del horizonte. No se trata de hermosos galeones del siglo XVI, sino de los enormes barcos portacontenedores, que siguiendo sus rutas comerciales internacionales, hacen escala en el puerto de Valencia.

Nuestra relación, nuestro cordón umbilical con el medio marino, queda una vez más, roto, sepultado por un manto de desarrollo, prisas y velocidad que engulle el normal, asombroso y esplendoroso acontecer de la vida marina.

Utilizando mis prismáticos, pude abstraerme de todo ello unos instantes, contemplando el rítmico vuelo de los cormoranes grandes (Phalococrorax carbo) los 'cuervos' del mar. Y a un grupo de gaviotas volando incesantemente a ras del oleaje, remontando altura, para una vez adivinada en las turbias aguas la deseada presa, dejarse caer en un picado trepidante y emocionante para el observador.

Así, nuestras compañeras de Planeta marinas, no se arredran por nuestro empuje arrasador y luchan por su supervivencia, incluso, entre aguas adversas y tras presas nimias comparadas a las de antaño.

Ha llegado el momento de que tomemos ejemplo, ha llegado el momento de que rompamos las filas de este desarrollismo imperante, del monótono discurso metálico que tocan nuestras vidas, ha llegado el momento de que empecemos a construir un nuevo mundo, donde las supuestas 99 millones de especies restantes, que están 'atrapadas junto a nosotros, en la red de la vida y el tiempo', no tengan que empujar diariamente el ojo del huracán, que supone nuestra rutina devoradora en su existencia.

Las mujeres y hombres de ciencia, nos avisan cada vez con mayor precisión, del inquietante estado del reino marino, y una sola cosa parece clara: Es este, el preciso momento en el que tú lector dejas caer estas palabras, una tras otra, en tu mente y en tu corazón, el momento en el que tú y yo, hemos de investigar, de conocer más acerca de este medio fascinante, para ponernos en pie, y con nuestra humilde gota de agua salada,

DEFENDER LOS OCÉANOS!


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